
Una velada con encanto donde reinaba el miedo y el cansancio. Conmovida por el tacto, bajo un embaucador cielo lleno de astros y el hechizo del olor a tomillo y a romero, queriendo entender que hay otros mundos, recibía los únicos labios que podían romper mi coraza desmoronándome en lágrimas de dolor y desconsuelo. Preguntando: ¿Se gastan los te quiero?
De rodillas ante mi el hombre que un día fue el caballero de la luna, me dijo: No se gastan… Mas el ahogo recogido en mi pecho no me dejaba ni oír el viento y pidiéndole se alzara y volviera a regalarme el alivio de un abrazo, yo en llanto resignado volví a preguntarle: Dime si como yo pienso hay en cada historia un número fijado para pronunciar las dos palabras…