
De nuevo el frío me escoltaba todo el camino de vuelta y deseé de verdad resguardarme en el que poco a poco siento mi hogar después de años de rechazo… Temblaba al cerrar la puerta del coche, a penas podía tocar el volante que como témpano congeló mis dedos en un instante. Media noche y mi primer pensamiento después de la huida de aquel sentimiento de incómodo ridículo, fue la duda. ¿Llegaría a la salida 13? Tenía por delante cuarenta kilómetros, y llegando ¿la tomaría? Creo que mi inercia ha sido parada por el viento gélido del nuevo invierno y aunque mi espíritu me pedía ver el mar del sur y de nuevo gritarle a las olas que ese terreno era mío, he cogido la salida y he llegado a casa...
Se ha gastado el día sin remedio, no lo he podido alargar, como siempre no he podido estar al agrado del mundo y mañana tengo otra cita en un lugar distinto, donde he de llevar puesto como maquillaje la mejor de mis sonrisas. Me he lavado la cara para quitarme el cansancio abatido y empieza la madrugada en mi cama y en mis ojos sin ningún sueño… Cojo la libreta, la pluma y escribo… Y mientras escribo esto, entra un mensaje en mi móvil con solo una palabra: “Magia”, y la foto de una calle mojada y algunas siluetas, pero no consigo reconocer esa travesía… Rompo mi llanto para contestar el mensaje por que más que nada en la vida, en este momento necesito magia… Pregunto donde está esa calle, necesito saberlo… Pero de momento vuelve el silencio que me tiene recluida y quiero continuar con el sueño de anoche que así empezaba: Ante mi emerge un nuevo horizonte y el desafío de nuevas metas donde los sueños volverán a permitirme crear bosques, lagos, estanques de lotos y manantiales….